viernes, 27 de julio de 2012

Bhagavad Gita, Historia Y Alegoria [Annie B.Besant]

Cuando amaneció el día de la batalla, Arjuna, sentado en su carro con caballos blancos, con el Divino Conductor a su lado, sintió que su corazón le fallaba, que estaba apesadumbrado. Amigos por todos lados; parientes reunidos bajo el estandarte hostil. Aún sus viejos maestros, Bhisma, Drona y otros, en el bando contrario y guiando las armas enemigas. ¿Qué corazón no fallaría ante semejante conflicto acerca del deber? Ha de haber una batalla en el corazón, que debe llevarse a cabo antes de la batalla del Kurukshetra, y mientras esta batalla se está librando, él está anonadado, desalentado y confundido acerca del Dharma. ¿Qué debe hacer? ¿Es el reinado una recompensa suficiente para matar a aquellos a quienes se ama? ¿Asentará bien la corona en la cabeza, cuando el corazón está roto? El vio, con una verdadera previsión, la pesada carga de miseria que esperaría al conquistador, como así también al conquistado; las sombras del día siguiente cuando, en una corte vacía, buscara en vano las caras de sus amados cortesanos, de sus compañeros de juegos en los días de su niñez. Esta sombra descendió y ennegreció a su amante corazón. "¿Cómo matarlos a ellos?", gritó "¿Cómo matar a mis Maestros? Mejor será que coma los mendrugos del mendigo en el exilio, que matar a estos Gurus de gran inteligencia, a estos parientes amados. Toda mi comida tendría, de ahora en más, sabor a sangre" (2.46). Y este argumento era razonable. Sus ideas sobre la confusión de castas y sobre la decadencia gradual del Dharma, que seguirían inevitablemente a la matanza en el Kurukshetra, eran correctas. La historia las ha justificado; sus presentimientos se han confirmado; Dharma ha decaído; hay confusión de castas. Su visión, entonces, no ha sido ciega; sólo que no vio lo suficientemente lejos. El vio el futuro inmediato con claridad, con nitidez, con corrección.

¿No es verdad acaso que el Dharma ha decaído? ¿No es verdad que hay ahora una completa confusión de castas? ¿Qué ha resultado del Dharma de castas? Se ha disipado, como Arjuna temía que ocurriría. Sus palabras, desde el punto de vista de una visión limitada eran verdaderamente "palabras de sabiduría" (2.11), de sabiduría para el mundo, la sabiduría de una mente iluminada. Vio, con verdadera previsión, lo que estaba por ocurrir sobre la tierra. Comprendió que estaba involucrado en una tarea que significaba la ruina para la India. Todo esto lo comprendió, aunque no pudo ver más allá de la India del momento, de la poderosa India que había de nacer de las angustias de las ruinas. ¡Y qué maravilla, qué admiración nos despierta que hubiera sido así! ¿Cómo podríamos esperar que Arjuna, aún siendo sabio como lo era, horadara los misterios del futuro y viera lo que estaba por nacer, más allá de la miseria temporaria? ¿Cómo podríamos esperar que él viera los resultados, los verdaderos resultados, de toda esta lucha? ¿Por qué fue, entonces, tan duramente reprochado? Si su profecía era verdad, si su previsión era correcta, si el Dharma se estaba extinguiendo y las castas se estaban poniendo confusas, ¿por qué llegaron esas palabras de reproche de los divinos labios? "¿De dónde te viene ¡Oh Arjuna! ese innoble e infamante abatimiento que cierra las puertas del cielo? No cedas a la impotencia ¡Oh Parta! que no sienta bien en ti. Sacude esa vil pereza del corazón. ¡Yérguete, Parantapa!" (2.2-3).¿Por qué este fuerte reproche? Porque el plan, el esquema de Ishvara debe ser llevado a cabo, cualquiera fuera el costo por el momento, por aquellos que fueran Sus agentes para ello.

Arjuna había vivido con Shri Krishna desde su juventud, y era Su amigo más querido. Cuando era joven, ustedes recordarán cómo se encontraron después de un gran torneo en que Arjuna le ganó a Draupadi y permaneció en el campo como conquistador. Recordarán cómo crecieron uno al lado del otro, y la influencia, la maravillosa influencia que Shri Krishna ejerció, durante todos esos años, en que estaba al lado de Su selecto amigo, preparándolo para el importante papel que iría a tener en esta contienda. Había un plan a llevarse a cabo, en el cual Arjuna era el actor y al cual sus ojos eran ciegos. El estaba bajo una ilusión, confundido, perplejo y no podía ver. Y este gran plan que había que realizar era inmodificable. No había nada que Arjuna pudiera hacer para alterarlo, ni había resistencia posible que pudiera hacerlo diferente de lo que era. Debía comprender que la forma pierde la vida, pero que el Espíritu nunca muere, y que, cuando el trabajo de la forma ha sido realizado, lo mejor es que sea reducida a pedazos. Que solamente cuando el Espíritu moldea nuevas formas para sí, puede llevarse a cabo un desarrollo mayor. El que duda romper la forma cuando su trabajo ha sido realizado, no conoce el poder de la vida que la creó y que la seguirá creando en los días venideros. Sin embargo, es verdad que en la ruptura de sistemas cuyos trabajos ya han sido realizados, están aquellos que realizan Sahajan Dharma, el deber innato, que sirve como puente entre el viejo y el nuevo orden.

Aquellos que comprenden la necesaria progresión de los eventos, aquellos que saben que las formas deben romperse cuando hay nuevas formas por nacer, aquellos que cumplen fijamente con el Dharma de las viejas formas en las cuales ha nacido, aunque sepan que morirán, hasta que las nuevas estén listas, forman el puente sobre el cual el ignorante puede caminar con seguridad, en medio del estallido de un sistema que cae, hacia un nuevo sistema preparado por el Espíritu, que siempre renueva la vida, y construye nuevas formas. Así, Arjuna ha de cumplir con su deber, cualquiera pudiera ser el resultado. Y en forma extraña, el hombre escogido para este gran deber, para ser puente para el nuevo orden, era alguien en cuya familia se había manifestado en forma bien definida la confusión de castas. Por que si ustedes recuerdan la historia de Arjuna, su bisabuela era una pescadora virgen casada con un Rey; el hijo de este Rey murió sin dejar descendencia, y Vyasa fue convocado para tener hijos, que fueran los herederos del monarca a su muerte. Y de los chicos nacidos de esta manera, Pandu tuvo una actuación tal que él tampoco fue el padre de sus llamados hijos, que nacieron de Kunti y Madri por el toque de los Devas. Así, desde su bisabuela, la hija del pescador, y su abuela, que no tuvo hijos de su propio marido sino de Vyasa, y pasando por su madre, que fue fertilizada por los Devas, había una mezcla de extrañas y diversas corrientes por las venas de Arjuna, amigo selecto de Shri Krishna y elegido para la tarea de transición.

Sobre estos hechos, puede basar sus ponderaciones aquel que piense con claridad. Pero he dicho que era necesario que el plan divino se llevara a cabo, así Arjuna quisiera o no, lo que está declarado en este gran esquema: "Dios mora en los corazones de todos los seres ¡Oh Arjuna!, causando, mediante Su poder ilusorio, que todas las cosas cambien, como si estuvieran montadas en la rueda de un alfarero" (18.61). El esquema está ahí, no hay chances, ni posibilidades de cambio. La sabiduría no ha de ser corregida por la ignorancia, ni la visión que penetra el futuro ha de ser guiada para ver lo que observan los ojos ciegos. El esquema no podría cambiarse por los sentimientos de Arjuna, o porque el corazón de Arjuna se destrozara al llevarlo adelante. Los tiempos están maduros. La hora ha sonado."El tiempo soy Yo" (11.32). Ahora y aquí, y es demasiado tarde para dudar. Ha pasado la hora de pensar, y ha llegado la hora de actuar. Con su Dharma pasado detrás de él, forzándolo hacia adelante, con un deber encima de él, que estaba obligado a descargar en virtud de las causas que lo habían puesto en movimiento en el pasado, ni siquiera tenía el poder de rehusarse a hacer su parte, seleccionada por él mismo. Y Shri Krishna se lo dijo en palabras sencillas y claras: "Atrincherado en el egoísmo, tú piensas: No voy a combatir, determinación esta sin propósito alguno. La naturaleza te va a forzar ¡Oh hijo de Kunti!, limitado como estás por tus propios deberes, nacidos de tu propia naturaleza; aquello que a través de la ilusión no desees hacer, eso, irremediablemente, has de hacer" (18.59-60). ¿Qué significa esto? Que en la gran crisis del destino de una nación cuando el Señor, montado en la rueda del alfarero, está haciendo girar la rueda de la historia, no hay mano capaz de detenerla; que aquellos que han elegido una porción directiva mediante incontables acciones del pasado, han generado una fuerza karmática detrás de ellos que, en esta encarnación, no pueden resistir, y que la sangre Kshattriya que circula por las venas de Arjuna, y también el poder de la herencia física de las generaciones anteriores, que han moldeado los deberes del Kshattriya cara a cara con el enemigo, lo llevarán adelante, aún contra sus deseos presentes, contra su actual corazón y aún contra su presente voluntad. La poderosa potencia de la naturaleza interior creada mediante su pasado lo llevará, a pesar de su individualidad presente, al centro del ejército enemigo, y debe luchar, irremediablemente, forzado por su propio pasado. Pero si combate de esta manera, no será beneficioso para él. El plan de Ishvara ha de cumplirse a pesar de todo; la rueda del alfarero no se detendrá. El Señor montado en ella no puede ser controlado por el diminuto poder de Arjuna en el Kurukshetra.

Pero para Arjuna, forzado sin remedio a la lucha, ha de producirse algo mal si, todavía encerrado en su egoísmo, persiste en "No combatiré". "Si por egoísmo no escuchas, serás finalmente destruido" (18.58). Dicho en pocas palabras, hay un propósito de Dios y una cooperación del hombre. No puede cambiarse el gran plan. Se te da la oportunidad de cooperar; pero si colocado en esta condición por tu pasado te resistes por egoísmo, creyéndote que eres el actor, en lugar de ubicarte como una herramienta en manos del Gran Dramatista, y dices: "Yo no peleo; no voy a realizar mi tarea; no voy a cumplir con mi deber", entonces, a pesar tuyo, serás finalmente destruido. Porque tu decisión de ahora no es sino una falta a tu deber, y la decisión interior de ahora determina tu futuro, así como las pasadas te llevaron a este presente. El plan ha de triunfar, pero el egoísmo en el cual te refugiaste, te destruirá, aunque externamente hayas sido forzado a obedecerlo. Arjuna recibió así una gran revelación, y cambió su actitud hacia el mundo exterior. Ahora comprende el significado de la historia. Se da cuenta del plan inalterable, y de la parte de cada individuo en el mismo, que los hace dignos de cooperar con el Poderoso Dios. Sabe ahora que Shri Krishna es Tiempo, el Tiempo que se hace manifiesto en la destrucción de todas esas personas. "Por lo tanto, combate". Justamente porque ha llegado el tiempo en que, para bien de la humanidad, esos objetos que obstruyen deben ser eliminados y "por lo tanto, combate". "Sé tú La causa exterior" (11.33), la espada, la herramienta. Es como si dijera: "En realidad, Yo los he matado, y la muerte es la liberación. Ahora constituyen obstáculos, trabas. La muerte es su amiga, su liberadora, y no su enemiga. Muriendo vienen hacia Mí, su viviente Señor. Ellos mismos saltan a Mi boca (11.26-29), y sus cuerpos perecen para que su verdadera vida crezca. Contribuid, entonces, a esta gran tarea, y liberad a quienes son Espíritus vivientes, mientras caen sus cuerpos obstructores. Porque Yo soy el Tiempo, porque el esquema es seguro, porque el fin es certero. Por lo tanto, combate".

Arjuna comprendió. Escuchen sus últimas palabras: "Mi ilusión ha sido destruída. He obtenido conocimiento por Tu gracia ¡Oh inmutable! Estoy firme. Mis dudas han desaparecido. Voy a actuar de acuerdo con tus palabras" (18.73) Había aprendido qué lugar ocupaba el plan y qué lugar le correspondía al actor. Se dio cuenta de que no era él, en absoluto, quien lo elaboraba, sino sólo una herramienta de Quien todo lo ama: nunca más pensó acerca de amigos o enemigos, ni en lágrimas personales, ni en apegos. En la maravilla de estas palabras iluminadoras, se dio cuenta del Dios Uno que mueve todas las cosas y que procede siempre por el camino mejor y más corto. Y viendo todo esto, se tiró gozoso a Sus pies para proceder de acuerdo con Sus palabras: "Mi ilusión ha sido destruida; combatiré".

Y así es en toda la historia a nuestro alrededor, si pudiéramos verlo con claridad, tal como la historia de Arjuna en el Kurukshetra. Si pudiéramos aprender el espíritu de la gran desilusión, el significado de las vidas detrás de los velos y el de las pequeñas vidas en este lado, su cooperación, sus mutuas relaciones. Entonces, en cada contienda, nos pondríamos del lado correcto y combatiríamos sin dudar, sin ilusión, sin miedos, porque el Guerrero que realmente combate está haciendo todo, y nosotros somos sólo células de Su cuerpo, con nuestras voluntades armonizadas en una unidad con la Suya. Es necesario clarificar la ilusión, para que la actividad no pueda quedar paralizada por la duda, que es la enemiga fatal de la acción. La duda mina a la virilidad y vampiriza la mente. Siendo necesaria, absolutamente necesaria como una etapa hacia el conocimiento, sin embargo rompe la ligazón entre el pensamiento y la acción cuando se prolonga indebidamente y se transforma en habitual. "El ser que duda va a la destrucción; ni este mundo, ni el de más allá, ni felicidad alguna, son para el que duda" (4.40). "Por lo tanto, combate" es el refrán permanente. Comprenderlo, es poder actuar. Esta es la revelación de la historia. Ustedes pueden ver los principios que yacen en ella. Aplíquenla a las luchas de las naciones que hay al presente, y vean detrás de los velos las realidades. Entonces verán en todas partes al Gran Avatara que las guía, y verán que todas las cosas están bien planeadas, Y que se encaminan hacia un fin previsto.

La alegoria
Evidentemente es el conflicto entre la mente inferior, la mente en desarrollo, simbolizada por Arjuna, y Kama, la naturaleza pasional, simbolizada por los parientes, encabezados por Duryodhana, que encarna las ataduras del pasado. Arjuna aparece como la mente inferior, sin iluminación, dudosa, cambiante, cuestionadora, moviéndose primero hacia un lado y luego hacia otro, insegura de sí misma, haciendo siempre preguntas, y no entendiendo cuando se le contesta, siempre confundida acerca de qué es lo mejor. Tanto para aquí, pero otro tanto para el otro lado. Este argumento es muy bueno, pero también este otro es admirable, yendo siempre hacia uno y otro lado. Este es el tipo de mente sin iluminación, a la cual le habla el Maestro las palabras de sabiduría: "Ni este mundo, ni el de más allá, ni felicidad alguna, son para el que duda". Aquel que siempre duda, y no puede fijar su mente, que una vez que decide algo empieza a ver los argumentos del otro lado y quiere comenzar todo otra vez para recorrerlo nuevamente, no puede progresar. Es la exageración de las virtudes de la prudencia y precaución, que se transforma en un vicio. Mejor es actuar y cometer errores, aprendiendo así mejor la lección para el futuro, que dudar siempre y no actuar. Porque la duda paralizante, detiene la lección que solamente la experiencia imparte.

En todos los argumentos de Arjuna sale a relucir con fuerza la duda. En las palabras del Maestro surge con fuerza la necesidad de una decisión. Podemos reconocer en nuestras propias experiencias las etapas a través de las cuales tiene que pasar. Primero, en su juventud, Arjuna fue un muchacho de la corte, y como tal, fue sometido por sus mayores a los cuidados y enseñanzas correspondientes a esa etapa de la vida, tema necesario y sabio, porque mediante esta enseñanza es que se induce a la mente a superar su inercia y a ejercitarse, y mediante esta ejercitación, a desarrollar sus poderes. Esto ocurre con la humanidad en las épocas tempranas de su evolución. Bajo la tutela de sus mayores, y siguiendo sin dudar los impulsos que nacen del apetito y de los placeres naturales, la mente prosigue su curso sin mucho pensar y sin dudas; no se presenta a la lucha. Luego vienen la época de las luchas en las etapas intermedias, cuando se ve que la gratificación que se recibe de los impulsos naturales no es satisfactoria. Esta gratificación de Kama trae desgracia, y también felicidad. Cuando se ve que las desilusiones y frustraciones siguen las huellas de los deseos cumplidos y apetecidos, hay una puja por comprender, y sobreviene la época de la batalla, de la contienda, de la miseria y de la duda. La mente está confundida sobre su Dharma, sobre cuál de los senderos es el mejor. La mente le grita al Maestro para que la ayude, y la respuesta sólo confunde, porque Manas no está todavía lista para ver la verdad; sino que está confusa con todas las atracciones a su alrededor, hacia las cuales la conduce el corazón. La verdad aparece como seca, dura, repelente. Seguirla sería como dejar todos los goces de la vida; más aún, la vida misma. Luego viene la visión del Supremo, el único que hace desaparecer a los placeres producidos por los objetos que nos rodean. Sólo cuando Se lo ve, cuando la vida plena inunda a la menor, se retira el atractivo de la vida sensorial. Entonces surge triunfante Manas, iluminada con la luz del Ser, clara, radiante, decidida. Se ha destruido la ilusión, y el guerrero ha triunfado sobre su enemigo, Parantapa. Este es, en verdad, el sendero del alma guerrera, el camino que ha de seguir. Hay amigos a ambos lados, porque cuando comienza el Kurukshetra del alma, la batalla que ha de producir la victoria final, la iluminación, la unión con el Supremo, nunca se encuentra a los amigos que fomentan las ligaduras con el pasado en un solo lado, sino en ambos, combatiendo unos contra otros. Hay presiones y reclamos conflictivos por obligaciones y deberes de toda clase. No resulta suficiente desear hacer lo correcto; cuando se sabe, es fácil actuar; la dificultad es ver el camino en el medio del ruido y el polvo de la batalla, y verlo tan claramente que despeje las nubes que impiden ver dónde se halla el camino correcto. Amigos a ambos lados: ¿cómo renunciar a ellos? Pero el alma guerrera, más que amigos, encuentra oponentes. Maestros, Gurus, aquellos a los cuales el guerrero ha recurrido en el pasado en busca de ayuda o de guía, como Bhisma y Drona, prototipos de quienes ayudan, guían y enseñan. Los mayores están contra él, como así también sus amigos y relaciones; y también aquellos que le siguen, como los más jóvenes, que critican, e ignorantemente reprochan y menosprecian. El alma guerrera ha de estar sola, como estaba Arjuna en el espacio vacío entre los ejércitos. Sola, y sin embargo no sola, porque su Maestro, el divino Cochero estaba a su lado, el Ser, que esperaba reconocimiento. Debió sumergirse sola a la batalla, con su fuerte brazo derecho, con su resuelta voluntad, con su invariable coraje, para combatir hasta el amargo final. Se siente aislada con el máximo sentido del poder de la soledad. Y es en esta soledad donde ha de hallar al Ser. Ahí, en medio de la lucha, cuando está sola y tiene todo contra ella, es cuando la gloria del Ser brilla y sabe en verdad que no está sola.

A pesar de las heridas, de la sangre que antes la enceguecía, de las abolladuras en la armadura, de la suciedad en sus ornamentos y de las armas rotas, el alma guerrera ha permanecido impávida hasta el final, sin saber que la protección de su Maestro ha estado sobre él en los momentos de mayor peligro, sin saber que cuando venía en su dirección el proyectil que ninguna fuerza humana era capaz de soportar, su Maestro lo desvió hacia Su propio pecho y lo transformó en un ornamento en el cuello del Cochero. Tampoco supo del escudo que ha desviado la corriente de fuego, que sólo el Señor puede enfrentar. No supo, ni pensó, ni soñó que el Guerrero Real, velado en el Cochero, lo estaba protegiendo. Porque, de haber sentido esto durante la lucha, ¿cómo hubiera aprendido a confiar en el Ser interior?

El Ser externo debe desvanecerse antes de que se realice el Ser interior. Esta es la experiencia de cada alma guerrera, y la que debe pasar cada uno cuando onda el sendero que conduce al Supremo. Solamente en esta extrema desolación puede Arjuna, o cualquier otro, encontrar al Ser. No temáis vosotros, entonces, los que vais a ser guerreros, cuando los amigos se quejan y se dan vuelta. No temáis cuando os condenan los mayores, cuando los más jóvenes os desprecian y cuando los iguales os desdeñan. Seguid adelante impávidos, resueltos, porque el Ser está dentro de vosotros. Podéis cometer muchos desatinos, porque el Ser está encarnado; los errores pertenecen al cuerpo. Recordad siempre esto: el Espíritu no comete errores. Los sufrimientos que suceden a los errores, queman a las materias gruesas y el Ser resulta más manifestado. Seguid combatiendo, luchando, plenos de coraje, con impávido corazón, y, a final de la batalla del Kurukshetra, también para vosotros amanecerá el Ser en toda Su Majestad, se habrá destruido toda vuestra ilusión, y veréis al Señor tal como es.

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